La frase de la semana

Como Sócrates, que casi no salió de Atenas y es hoy uno de los fundamentos de la cultura universal, Immanuel Kant (1724-1804) apenas vivió fuera de Königsberg. El próximo domingo, 22 de abril, hará 28 años de su nacimiento en esta antigua capital de Prusia Oriental, hoy Kaliningrado, en Rusia. Descontado el tiempo que hubo de dedicar a impartir clases para procurarse un sostenimiento económico, el padre del Idealismo Trascendental vivió dedicado a la tarea del pensamiento, a levantar una de las cumbres críticas de la Humanidad, amén de la vida social y afable que llevó en Königsberg con un muy reducido grupo de amistades. Pues, aunque soltero impenitente, Kant cultivó siempre la mejor razón social, la amistad. Y ha pasado a la historia, con independencia de su talento filosófico, como una de las personas mas afables y de más bondadosa consideración entre sus congéneres. Es decir, como una buena persona, asunto éste menos frecuente de lo que se suele suponer respecto de las altas personalidades de la filosofía. Una de las claves de tan buena fama puede que radique en esta frase suya, correspondiente a la Fundamentación de la Metafísica de las Costumbres.

Ni en el mundo ni, en general, fuera de él es posible pensar nada que pueda ser considerado bueno sin restricción excepto una "buena voluntad".

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