La poetisa griega SAFO (Sapphó, en griego), llamada de Lesbos por su isla o de Mitilene por su ciudad, vivió entre los siglos VII y VI a.C., casi toda su vida en su natal isla de Lesbos (actual Lésvos, en el Mar Egeo frente a las costas de Anatolia). Se trata de una de las pocas mujeres de la Antigüedad cuya dedicación literaria no sólo es bien conocida, sino que además ha ejercido un imperecedero influjo en toda la literatura universal posterior (a lo cual hubo de favorecer, sin duda, la veneración que despertó en poetas romanos de la talla de Catulo u Horacio, que la tradujeron e imitaron).
Su obra poetica, que nos ha llegado en un estado bastante fragmentario, expresa viveza y emoción desbordantes en la pintura del amor, tanto espiritual como -también- físico. La circunstancia de que esto lo hiciera en una sociedad fuertemente patriarcal como la de la Grecia antigua, y que además lo hiciera en el seno de un círculo exclusivamente femenino: la Casa de las Servidoras de las Musas por ella promovida, están en el origen de su tradicional consideración como homosexual, de donde amor lésbico (por el nombre de su isla). Su espontaneidad y frescura en la expresión de los sentimientos amorosos, incluso de los más íntimos, han hecho de ella un símbolo universal del Amor, ese Amor (en abstracto, con mayúscula) que nuestra cultura occidental celebra por estas fechas del 14 de febrero en la festividad de San Valentín.
De su poesía amorosa seleccionamos hoy, como frase del mes, la que cierra esta breve y deliciosa composición:
Unos dicen que de jinetes una escuadra,
otros que de infantes, y de naves otros,
en la oscura tierra lo más hermoso es, mas yo digo:
LO MÁS HERMOSO ES AQUELLO QUE UNO AMA.
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