Cielo
abajo,
de Fernando Marías, fue publicada en 2005 y obtuvo el II Premio
Anaya de Literatura Infantil y Juvenil y también el Premio
Nacional de Literatura Infantil y Juvenil en el 2006. Sin embargo,
catalogar esta novela como Juvenil es reducirla y acotarla demasiado.
Como el mismo autor señaló en una entrevista: “ Siempre
digo que mis novelas juveniles son en realidad para todos los
públicos, así deberían denominarse. Cielo abajo, en efecto,
pueden leerla los adultos, y de hecho hay muchos adultos que me han
expresado su pasión por el libro”

Cada capítulo
pertenece a una de las voces, quedando así la acción interrumpida y
ofreciendo al lector las dosis de suspense necesarias para que no
quiera dejar de leer.
La
prosa profunda pero sencilla de este libro poco a poco te va
envolviendo y casi sin darte cuenta acabas atrapado en su historia.
En las primeras páginas de la novela podemos leer una frase tan
sugerente como esta: “Mil voces desconocidas, con su silencio
legítimamente indiferente, me recordaban que nunca lograría ser
escritor. Las olas, calladas y recias, insoslayables. Los sueños son
de agua, pero el fracaso tien puerta. La abres, la cruzas, la cierras
a tu espalda. Y das el siguiente paso, titubeante, abrumado,
incrédulo.Asustado y solo”.
Este
escritor sin éxito acaba de aceptar un trabajo que le ha
proporcionado su amigo: pintar y decorar un piso. Y al
raspar en la pared con una espátula aparecieron unas letras
“Constanza 7/11/36”.
(Constanza
será pieza clave en esta novela, una mujer grande y singular, a la
que apenas se describe explícitamente,
pero en la que observamos tras los ojos de Joaquín un fuerza
arrolladora a pesar de sufrir los daños de la guerra).
A
contiunuación, el cartero llama al timbre y lleva un paquete con el
nombre de Joaquín Dechén. Este paquete contenía
un libro y el escritor -pintor, no podrá resistir a la tentación de
abrirlo para leer “solo” un poco.
Aquí nos
encontramos con el recurso harto conocido del manuscrito dentro de la
novela:
La historia que se
contaba allí era la de un joven huérfano abocado a la vida
religiosa por imposición pero que cambió su personalidad, y así su
destino, con otro joven al que las circunstancias lo llevaban a ser
militar y detestaba tal cosa. Así Javier Álvarez pasó a ser
Joaquín Dechén e ingresó en la academia militar de Ávila. Allí
cada vez estaba más cerca de su sueño: ser aviador.
Y acabó lográndolo
al lado de Cortés, su maestro y amigo íntimo después.
Eran los años de la
guerra civil y Cortés pertenecía al bando de los nacionales, hecho
que lo había enemistado y distanciado del que fuera su amigo Ramiro.
La confianza entre
Joaquín y Cortés crecía a la par que fue naciendo la amistad. Y un
día, Cortés le pide que se vaya de espía a un piso de Atocha.
Allí tenía una
labor importante que hacer, fingirse del bando contrario y comunicar
todo lo que sabía y se iba confabulando en ese piso de Atocha donde
vivían Ramiro y Constanza, que esperaba un niño.
Joaquín
y Constanza enseguida conectaron y tenían una complicidad y
confianza muy bonita y sincera. O, al menos, en parte, porque cada
noche Joaquín salía a la terraza para hablar en el lenguaje de la
luz con Cortés que estaba volando encima suyo, y le explicaba todas
la conversaciones y todo lo que se tramaba en ese piso.
Esta acción
continúa avanzando y complicándose, a la vez que la cruel guerra
vomita muertes y terror.
Joaquín es un
personaje complejo, forzado por las circunstancias a pertenecer al
bando nacional y movido por lo mismo a fingirse republicano. Su vida
será una encrucijada y sus pensamiento no le dan descanso ya que
está traicionando tanto a Ramiro como a Cortés. Pero no solo eso,
también se traiciona así mismo porque se niega a reconocer sus
sentimientos y su creciente y silencioso amor por Constanza.
Pero lo interesante
es que el personaje de esta historia, Joaquín, es también el dueño
del piso y del libro que acaba de llegar. Y al entrar prguntando si
ha llegado un paquete que espera las dos historias se funden en una.
Los
dos personajes van construyendo otro argumento no ajeno a la historia
que se cuenta en el libro de Dechén, principalmente porque aparece
Constanza, la tercera Constanza, la hija de la hija de Constanza.
Y
toda esta aventura vivida por el escritor-pintor será la idea
esencial para convertir esta historia en un libro que empezaría con
las palabras de Joaquín : “los sueños son de agua. Flotas en
ellos pero los puedes agarrar”
La
hondura psicológica de los personajes y esa prosa suave y delicada
bien consiguen apretar tu garganta y hacerte sentir al borde del
precipicio de las honda emoción.
Terminas
el libro conmovido: por la crítica que se hace de las guerras
(en este caso la Civil española); por ese homenaje tácito a los
que lucharon en ellas;
por los valores que se van desgranando, la lealtad, el compromiso;
por la importancia de tener ilusiones y luchar por ellas; por ese
destino que arrastra a las personas y a los sueños que se tienen y
porque a veces lo bonito de los sueños es justamente eso no poder
agarrarlos.
“Lo hermoso, lo que amamos, tú sabes que es un sueño y que por eso es más hermoso aún para nosotros.” Cernuda.
( Mónica)
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