CAPERUCITA EN MANHATTAN

Porque Manhattan es un vertedero donde gusanean los miles de ángeles caídos del reino de la ilusión , de las nubes del sueño”

Los paralelismos entre esta Caperucita de Carmen Martín Gaite y la famosa Caperucita Roja que todos conocemos del cuento tradicional son muchos: el título, su madre siempre la viste con un chubasquero rojo con capucha, hay una tarta que le lleva a su abuela, un peligroso bosque (que aquí es el Central Park), un lobo (que aquí no es tan malvado, al menos con ella, el señor Woolf)

Y quizá el principal es que gran parte del argumento se centra en la desobediencia; Sara, esta Caperucita actual, no sigue los consejos de su madre y se escapa a casa de su abuela; movida por su curiosidad, se baja del metro y se propone recorrer Manhatan.
Sara desde los 4 años siempre ha sido muy obediente; había comprendido desde pequeña que “los sueños solo se pueden cultivar a oscuras y en secreto”. Y esta Sara es la que observamos en la primera parte del libro. Una niña que solo cumple órdenes, que sigue las pautas de mamá y papá sin apenas rechistar; una niña con una imaginación desbordante, buena, pero que presiente que esa realidad en la que está instalada no es la mejor, la más auténtica. Porque está repleta de personas grises, de padres que discuten todo el tiempo, de rutinas, de preocupaciones, de prisas, de quejas… Por eso, Sara adora a su abuela, el contrapunto, porque es una mujer que se salta las convenciones sociales.
La abuela de Sara, personaje que también es fundamental para vertebrar la acción, es una mujer con pasado glorioso (no en vano en sus espectáculos era conocida como Gloria Star), despistada, despreocupada (en su casa reina la suciedad y el desorden), le gusta el bingo, merodear por la noche por la ciudad, a pesar de los peligros, y a la que le rechina el estricto y formal comportamiento de su propia hija, la madre de Sara. Le resulta incluso bastante insoportable.

Por ello, Sara, fijándose en su abuela, se debate entre ser una niña “buena” o traspasar la frontera hacia la libertad.
La decisión tomada, al fin, está surcada de aventuras y es aquí donde comienza la segunda parte del libro.

Sara acaba de adentrarse en el bosque, el Central Park, y sus posibles miedos quedan eclipsados por ese ansia de conocer, de saber, de aprender; que es, a fin de cuentas, el motor de esta historia.

En este periplo nocturno, atravesando Manhattan, conocerá a dos personajes fundamentales también en esta historia: Miss Lunatic- la estatua de la Libertad y Mister Woolf.
Miss Lunatic, o también conocida como Madame Bartholi , es una mujer enigmática, que a veces parece diluirse, y tampoco está exenta de miedos pero “se resistía a dejarse resbalar por la pendiente de las ideas negras”, evitaba caer en el pozo de las amargura y la desesperación.
No queda claro si esta vieja mendiga es una loca, una ilusión infantil, el espíritu mismo de la libertad, la musa que inspiró al escultor de la famosa Estatua…
En su actos revela pureza, amor y ayuda.Y en sus conversaciones con Sara u otros personajes va desgranando la más auténtica sabiduría de vida.
Sara logra establecer con ella una sintonía especial, y sabrá muy bien tomar las lecciones esta.
Y, por otra parte, también sacará partido del trato con Mister Woolf.

Esa noche Sara vivirá un auténtico aprendizaje y le supondrá un despertar a la vidad adulta, al propio conocimiento; a una búsqueda consciente de la Libertad.

Y es que precisamente este tema, la conquista de la libertad fue siempre un tema predilecto de Ana María Matute en sus obras, el ansia y el camino de libertad (principalmente de las mujeres) y la soledad sentida como consecuencia de esa experiencia de liberación.
De esta fábula entretenida y sugerente sacamos verdaderas lecciones de vida.
Como broche esta preciosa sentencia de Miss Lunatic: “ Para mí la única fortuna, ya le digo, es la de saber vivir, la de ser libre. Y el dinero no libera… mire usted alrededor, lea los periódicos. Piense en todos los crímenes y guerras y mentiras que acarrea el dinero. Libertad y dinero son conceptos opuestos. Como lo son también libertad y miedo”


Mónica.

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