Hay
libros que comienzas a leerlos y enseguida tienes la impresión de
que no te decepcionarán. Y esto es justo lo que sucede con la novela
de John Green, Bajo la misma estrella.
El
argumento te atrapa desde el principio y te arrastra a leer casi de
manera obsesiva.
La
historia trata de una chica de 16 años, enferma de cáncer, Hazel
Grace, y un chico de 17, Augustus, en un principio limpio pero al que
la enfermedad lo hará caer enseguida. Se conocen casualmente en un
grupo de apoyo y desde su primer contacto se darán cuenta de que la
conversación que allí inician no tendrá límites ni fin. Solos los
que imponga la muerte.
Porque
el diálogo es una de la principales notas características del
libro. Los personajes hablan y hablan. Y hablan mucho de la muerte,
de la enfermedad, del dolor, de la vida y el universo...
Lo
imaginable quizás sería caer en el patetismo o desvirtuar el
sufrimiento con humor. Pero la novela huye de ambas directrices para
hablar de conceptos más transcendentales: cuál es nuestra misión
en este mundo, qué sentido tiene la enfermedad, cuán grande puede
ser el dolor físico y también el dolor del alma, la muerte, el
amor... pero sobre todo eso: el sentido de la vida; una vida (nuestra
vida) que no debe mirarse aisladamente sino dentro del universo.
A
través de sus líneas la novela va diluyendo dosis de la más
auténtica espiritualidad.
Hazel,
arrastrando diariamente su carrito de oxígeno, se siente agotada
por su situación, desilusionada y casi vencida por el cáncer hasta
que Augustus entra en su vida con ese don de palabra, esa belleza y
esa gracia espontánea (todo ello minimiza su condición de tocado
por el cáncer: con una forma extraña de andar por su amputación de
una pierna)
Los
dos se encantan desde el principio y, aunque Hazel evitará que surja
el amor (se considerá a sí misma una granada y quiere, al explotar,
causar el menor daño posible), compartirán lecturas, vídeojuegos,
paseos, meriendas y un viaje muy especial a Amsterdan, tras los pasos
de un desquiciado escritor al que admiran, Van Houten, (el autor de
su libro de cabecera, Un dolor imperial)... y todo ello los
hará sumirse en una preciosa relación de pareja y un profundo
conocimiento de ellos mismos. Viven sin dramatismo su momento
repitiendo su idea de que “el mundo no es una fábrica de conceder
deseos”; son conscientes de cada emoción sentida, de cada regalo
de la naturaleza... prestan atención al presente.
Porque
lo importante es el universo y a veces se nos olvida que el mundo
quiere que lo observen. Porque los verdaderos héroes son los que
observan las cosas, las viven y aceptan tal y como son.
Es
una novela destinada al público juvenil pero que encantará
igualmente a cualquier adulto.
La
frescura de sus diálogos realistas, la trama sencilla que no
escatima sorpresas, las profundas reflexiones espirituales hacen de
su lectura un auténtico placer.
Es
una novela grande.
Si
te apetece sumergirte en sus páginas… ¡está en la biblioteca!
Mónica.
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